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Cuestión de confianza

Abel  Hernández. 14 de mayo. Todos los representantes de la oposición han manifestado en el debate del estado de la nación su desconfianza en el presidente Zapatero. Es un hombre, que maneja bien la dialéctica y la propaganda y que en estas ocasiones estelares, con tantos focos y micrófonos, acostumbra con relativo éxito a ejercer el papel de oposición de la oposición, en vez de dar cuenta rigurosa y respetuosa de su gestión. Ésta es una grave anomalía de la democracia española. El presidente, en vez de responder, ataca, pensando en su clientela y, sobre todo, en las urnas.

En este debate le han dicho de todo, pero él no se da por enterado y sus secuaces le consideran el vencedor. Es verdad que le ha tomado la medida a Mariano Rajoy, que hace lo que puede, que lleva básicamente razón en sus planteamientos, pero que carece de la malicia de su contrincante. Le han dicho a Zapatero que él no es la solución, sino el problema para salir de la crisis, que es el principal obstáculo, porque la clave para ello es la confianza y él no inspira ninguna confianza por más conejos que se saque de la chistera, como regalar un ordenador portátil a cada muchacho o suprimir las ayudas a la vivienda para hundir definitivamente el mercado inmobiliario y rasgar el bolsillo de las clases medias, estimulando a la vez el mercado del automóvil, como si la “burbuja automovilística” fuera más provechosa y menos contaminante. A la “retroprogresía” la contenta con la píldora del día después y con más aborto legal.

En este debate, por momentos agitado y cansino por estereotipado, ha vendido humo y ha tratado de huir hacia adelante como si aquí no pasara nada. La losa de los cuatro millones y pico de parados habría hundido a cualquier presidente que no fuera Zapatero, rodeado de fieles entusiastas sin capacidad crítica, dispuestos a jalear a un líder acabado con tal de no perder la mamandurria del poder. Y, si es verdad que nadie confía en el actual presidente, si ha engañado a todos tantas veces, a uno por uno y a todos en conjunto, si lo está haciendo tan mal como dicen todos los portavoces de los grupos parlamentarios de la oposición, con el consiguiente perjuicio para el conjunto de los ciudadanos ¿por qué no se han atrevido a presentar de una vez la moción de censura? En vez de tanta censura moral ¿por qué no hacerla efectiva? Y si es el mal menor ¿para qué tanta censura moral, que no debe de ayudar nada a aumentar la confianza en el presidente y a salir de la crisis? Todo un juego disparatado, basado en la pequeña política.

Para unos el presidente Zapatero es una bendición del cielo; para otros, una verdadera calamidad pública. ¿En qué quedamos? La gente de la calle mira desde lejos, con indiferencia y tedio, el debate. Su confianza en la clase política no ha aumentado después de ver los telediarios. Ni en el presidente ni en el líder de la oposición.  

 

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