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Diario YA


 

El Padre Apeles defiende su honor en una sincera entrevista

Dice Nuestro Señor que no juzguemos para no ser juzgados. Los católicos solemos ser muy benévolos con nuestros pecados, faltas y actitudes e inmisericordes para juzgar a los demás. Nos escandalizamos pronto con las actitudes del prójimo y lo juzgamos severamente sin conocer el interior y todos los elementos y circunstancias como haría un hombre sabio y justo. Juzgamos muy a la ligera faltando a la caridad y a la verdad.

Hace años la irrupción del Padre José-Apeles en televisión fue todo un fenómeno mediático en España. Su figura polémica, por decir la verdad de forma inteligente, clara y políticamente incorrecta, no dejó a nadie indiferente. Aunque para mucha gente es una figura simpática, otros lo han convertido en un monstruo injustamente.

Hace unos meses tras contactar con él y saber que es un sacerdote que celebra la Misa Tradicional y de sana doctrina y tener buenas referencias de gente que conoce bien (no de gente que habla por hablar) le ofrecí la posibilidad de defender su fama públicamente y lavar su imagen, injustamente tratada y muy distorsionada. Él, por deseo de no hablar de sí mismo, declinó hacerlo. Hace poco tras darle mi apoyo ante un injusto linchamiento mediático se decidió a hacerlo. Comparte sus reflexiones con nosotros.

Siendo sacerdote, ¿Cómo llegó a convertirse en estrella de la televisión?

Fue por pura casualidad. Desde que tenía 14 años, cuando empecé a colaborar en la radio, siempre estuve vinculado a los medios de comunicación. Siempre me gustó, me apasionó la radio. Estaba trabajando en un programa de la Cadena S.E.R. con Javier Sardá cuando Telecinco le ofreció presentar un programa de televisión y me preguntó si me iría con él y sin pensarlo respondí que sí. En aquel momento yo estudiaba en la Escuela diplomática y cada día tomaba el metro para asistir a las lecciones. Un sábado salí en Telecinco y ya nunca pude volver a coger el metro. En ese preciso momento fui consciente de haberme convertido en un personaje popular.

¿Qué tal fue la experiencia? ¿Se arrepiente de ella?

Tuvo aspectos muy positivos. Gracias a la fama conocí a mucha gente interesante, viajé, visité lugares, influí en la sociedad con mis opiniones, di conferencias e incluso publiqué libros. Recuerdo que pocos meses antes de ser famoso en la cena del Premio Planeta le ofrecí a Lara mi primer libro. Al cabo de quince días la editorial me respondió que mi libro no interesaba. A los pocos meses me había convertido en famoso y entonces fueron cuatro las editoriales que vinieron a pedirme que publicase algo con ellos. Obviamente mi libro era igual de bueno o de malo que antes de ser popular, pero esa circunstancia me permitió vender 30.000 ejemplares, mientras la media en España es de 3.000. Inmediatamente publiqué un segundo libro cuando ya no salía tanto en televisión y vendí 15.000. Cuando no he estado ya en televisión ninguna editorial ha querido nada. Sólo están interesados en mis memorias, que no tengo ninguna intención de escribir.

¿Qué diría a aquellas personas que se escandalizan de su paso por la televisión?

Cada uno puede tener su opinión, pero creo que es muy difícil que emitan un juicio ponderado sin conocer todos los elementos. Hay mucho más detrás de lo que se vio. Hay quien a veces me dice que es una pena que con las excelentes relaciones que yo tenía, mis capacidades intelectuales y de comunicación, mi preparación académica etcétera etcétera, no hubiese aprovechado mejor los talentos que Dios me dio. Pero probablemente esa gente ignore que en ese momento, antes del motu propio “Summorum pontificum” de Benedicto XVI, las oportunidades para un tradicionalista libre, independiente, que no se casaba con nadie, eran nulas. La Iglesia no daba ninguna oportunidad. Claro que me hubiese gustado dedicarme a la diplomacia pontificia, a la enseñanza, a la apologética, al patrimonio artístico, a las relaciones de la Iglesia con la Cultura... pero la Iglesia no me ofrecía nada. Incluso cuando intentaba conseguir algo (en dos ocasiones tuve la posibilidad de trabajar para la Santa Sede en un organismo internacional) había siempre alguien que me bloqueaba. Si yo le contara todas las canalladas que padecí...

Por eso llega un momento en que uno tiene que aprovechar las pocas oportunidades que se presentan. Si hubiese aceptado trabajar contra mis principios, hubiese tenido mucho más éxito. Tuve ofertas de enemigos de la Iglesia muy tentadoras. En cambio yo siempre defendí a la Iglesia, mientras sufría su persecución. Creo que los religiosos que ahora triunfan en los medios lo hacen a costa de los ataques a la sana doctrina.

A veces modestamente digo que si supiesen los equilibrios que tuve que hacer para sobrevivir a todas las presiones sin renunciar a mis principios y resultar un “personaje rentable”, en lugar de criticarme me admirarían. Tuve enemigos potentísimos y en muchos ámbitos, que se comportaron conmigo despiadadamente.

Pero también tengo que aceptar que cometí muchos errores. Estuve en una situación de mucha presión y completamente solo. ¿Y si la jerarquía en lugar de combatirme me hubiese corregido los errores, contratado en la C.O.P.E. y aprovechado mi tirón, por ejemplo? Cuando, después de los años alguien me ha dado una modestísima oportunidad en la Iglesia, pues la estoy aprovechando e intento estar a la altura.

Ahora a toro pasado, ¿Piensa que fue echar perlas a los puercos?

No. Creo que mi “cruzada” contra los videntes, y demás ralea, tuvo bastante éxito. Tuve una cierta influencia en la opinión pública. Mi pretensión siempre fue dirigirme a los ancianos, que pensaban que todo aquello que de pequeños habían aprendido ya no tenía sentido, y a los jovencísimos para que vieran que existía una visión de la vida alternativa a la que se les ofrecía en modo apabullante.

Sin embargo hubiese podido ser de otra manera. Los programas en los que yo hubiese podido participar muy satisfactoriamente me fueron cerrados y fui confinado a los programas de entretenimiento. Esta fue la razón de mi retirada de la televisión.

Su imagen estuvo muy expuesta, ¿es doloroso sufrir la maledicencia, calumnia etc?

La verdad es que eso me preocupó muy poco. Creo que eso dolió más a las personas que me estaban cercanas. Lo malo es que se usaron todo tipo de tretas para desacreditarme y cerrarme las puertas.

Usted no quiere defenderse, pero sí que muchas personas que lo aprecian espera que lo haga…

Podría contar con todo tipo de detalles lo que hubo detrás de muchos acontecimientos y poner en dificultades a muchas personas importantes, pero ese no es mi modo de actuar. No soy el “pequeño Nicolás” (risas).

¿Qué conclusión positiva sacó de esta experiencia?

Aprendí mucho de mis errores y conocí mejor la naturaleza humana. Sin embargo, destruyó mis ilusiones y cambió mi carácter, de ser una persona muy segura de si misma y con mucho sentido del humor, a ser un tipo ultimado.

¿La fama es vanidad, de vanidades?

Tiene mucho de eso, pero también ofrece muchas satisfacciones y posibilidades de influir para el Bien. Y tampoco hay que ser hipócrita: concede muchos agradables privilegios.

-¿Cuándo vio que era el momento de desaparecer de la gran pantalla?

En parte me “desaparecieron”. Como he dicho antes llegó un momento en que no tuve la libertad suficiente. Yo siempre sabía cómo dar espectáculo y mantener mis principios jugando delicadamente en el filo de la navaja, pero las presiones me resultaron insoportables. Creo que también fueron estúpidos quienes quisieron matar la “gallina de los huevos de oro”. Hubiese podido durar mucho más. Yo siempre he sido orgulloso y no permití que me mandaran. Yo quería participar en programas en los que me podía desempeñar bien y en cambio sólo me ofrecían aquello que no me resultaba interesante.

Por otra parte llegué a la situación en que ya no era un profesional que consecuentemente era un famoso, sino sólo en un “personaje de las revistas” y entonces decidí desaparecer y volcarme en los estudios.

¿Cómo se lleva después de la fama volver a la vida oculta?

Muy mal. Dejé de disfrutar de muchos privilegios y en cambio seguí sometido a ser escudriñado por todo el mundo.

¿Por qué se hizo sacerdote?

Le seré muy sincero en esta repuesta: Sólo para poder celebrar la Santa Misa. Quizá por eso muchas veces soy criticado por cuanto la imagen que se tiene contemporáneamente del sacerdote es muy distinta de la mía. En otro tiempo hubiese sido lo que se llamaba un sacerdote ordenado a título de patrimonio personal. No para ocupar ningún oficio eclesiástico, sino solamente “ad missam”.

¿Cuál es su destino actual y tareas pastorales que desempeña?

Actualmente vivo en Italia, donde desempeño labores jurídicas y de patrimonio histórico para la Iglesia. He cumplido escrupulosamente con las condiciones que la jerarquía estableció: marcharme de España, no trabajar de cara al público y mostrar públicamente mi reconocimiento de haber cometido errores para reparar el escándalo. He aceptado con resignación la voluntad de Dios.

Háblenos de su amor a la Tradición de la Iglesia…

La Iglesia es sobre todo Tradición, tradición en el sentido literal, es entrega de la gracia de Dios, que gratuitamente nos ha salvado, a través de los sacramentos y tradición de la doctrina de Cristo. Esa Tradición tiene su lugar en la Historia, se explicita en ella marcándola y enriqueciéndola.

Con su actuar en la Historia, la Iglesia ilumina a los pueblos, les enseña su perfección moral y los educa no sólo en la doctrina de salvación sino también en conocimientos humanos, jurídicos, científicos, artísticos...

La Iglesia en su hacer cotidiano actúa de una determinada manera y eso acaba creando “tradiciones”, que no deberían haber sido destruidas de un plumazo, sino sólo cambiadas en lo que resultase útil. Muchas de esas tradiciones resultan estéticamente superiores y es absurdo cambiarlas.

Pongo un ejemplo: ¿No resulta más estético que el Papa esté protegido por la Guardia noble y la Guardia palatina, que por hombres vestidos de negro con traje y corbata con un auricular, como si se tratase del presidente de EEUU? En este sentido admiro mucho a los británicos. La realeza usa toda su pompa sin dejar de ser por eso uno de los países más desarrollados.

La filosofía tomista, el canto gregoriano, la lengua latina, la Corte pontificia... son creaciones de la Iglesia con las que ha enriquecido al mundo y ha decidido prescindir de ellas para diluirse en esta postmodernidad uniforme, gris, fea, sucia y cruel que padecemos.

Y capítulo aparte me merece la sagrada Liturgia. Como muy bien explicó Benedicto XVI la liturgia es algo que se recibe y sólo puede ser modificada con mucha parsimonia y competencia. En cambio ¿Qué es lo que hemos vivido en los últimos años? Se ha entrado en tromba y se ha creado una nueva liturgia. No se ha considerado la Liturgia como algo sagrado a lo que hay que tocar sólo con mucha humildad y cuidado, sino que se han puesto a destruir y a crear. Lo mismo ocurre con la Fe y la Moral. Antes existía la llamada “doctrina católica” y cuando se cambiaba algo era siempre para perfeccionarlo y teniendo en cuenta todos los pronunciamientos anteriores y sin entrar en contradicción.

De lo contrario ¿En qué se sustenta la pretensión de la Iglesia de ser maestra infalible de Verdad? ¿Por qué alguien tendría que abstenerse, siguiendo los preceptos de Dios, de acudir un prostíbulo si resulta que ahora los divorciados vueltos a casar adúlteros pueden recibir la comunión y hasta hace un año eran considerados pecadores públicos? No vale la pena someterse a un Magisterio que hoy enseña que algo está mal, pero sin seguridad, porque quizá mañana cambie. Es puro relativismo.

¿Cómo valora la situación actual de la Iglesia?

De enorme confusión. Habría muchas posibilidades de hacer tanto en la Iglesia... y en cambio sufrimos una auto demolición. Y de parte del exterior un intento sistemático de acabar con ella.

¿Qué debemos hacer los fieles seglares?

Mantenerse fieles a la Fe, frecuentar los sacramentos y sufrir con resignación.

Javier Navascués
 

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