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Diario YA


 

Rebrotes preocupantes del Covid 19 y el fracaso de la candidatura de la señora Calviño, nos van a sacar del sueño del gobierno social-comunista que tenemos.

Empieza el baño de realidades para Sánchez y su gobierno

Miguel massanet Bosch.
Era de esperar y se venía anunciando desde que forzadamente, con demasiada premura, por simples intereses políticos y sin que existiera un verdadero plan bien coordinado para enfrentarse a la reacción de una ciudadanía harta de confinamiento; desconocedora, en muchos casos, del grave peligro que verdaderamente representa la pandemia del virus y, de una parte de una juventud poco madura y excesivamente rebelde para aceptar los consejos de quienes, al menos para muchos de ellos, no son más que un rebaño de reaccionarios empeñados en recortar sus libertades que consisten, evidentemente, en hacer lo que les venga en gana donde, cuando y de la forma que más les apetezca que, por supuesto, no consiste en llevar mascarilla, respetar la distancia de seguridad y dejar de hacer lo que tienen por costumbre, simplemente porque las autoridades de la nación o los científicos se lo recomienden.
Era evidente que así como ha tenido lugar el desconfinamiento, la apertura a lugares públicos al público masivo, la falta de una vigilancia adecuada por parte de la guardia urbana y la policía, la permisividad con la que se ha visto como los bares aumentaban su aforo permitido, la promiscuidad con la que se han venido agrupando cantidades de personas sin llevar mascarillas, ni guardar la distancia debida o evitar el contacto físico como si ello fuera lo más natural del mundo, en una España atacada de forma especialmente virulenta por un coronavirus que, como está quedando suficientemente probado, no entiende decretos ley ni de la conveniencia del Gobierno ni de límites mandados por la prudencia sanitaria.  Una epidemia que no se resigna a desaparecer ni es probable que lo haga hasta que se encuentre el procedimiento científico de luchar eficazmente en contra de ella y la fortuna de hallar la vacuna que nos proteja de su contagio, hasta ahora sin aparecer.
Lo peor del caso es que, por mucho que el Gobierno y sus portavoces, sometidos a sus intereses, se empeñen en negar la realidad, los rebrotes que están apareciendo en toda la nación, el caso de la provincia catalana de Lérida es un  ejemplo, donde se van duplicando, cada día que pasa, los nuevos contagios, aunque no sean tan mortales como en la primera andanada de la pandemia, sí es cierto que van poniendo sobre el tapete que, todos los esfuerzos que se intenta hacer, no han sido lo suficientemente eficaces para evitar un rebrote que se pensaba que, con los calores del verano se iría amortiguando hasta desaparecer. Según van las cosas, no parece que espere a la llegada del otoño para que, como estaba previsto, pudiera volver a caer sobre todos nosotros. ¿Estamos los españoles en condiciones de volver a sufrir una andanada parecida a la que nos tuvo enclaustrados más de tres meses? Mucho me temo que no, porque puede que  nuestra economía, ya suficientemente castigada por la experiencia de la crisis que ha traído consigo el Covid 19, no tenga los arrestos necesarios para soportar, otra vez, un parón como el que hemos tenido que aguantar desde hace unos pocos meses.
En lugar de dar explicaciones claras, de hacer un relato ajustado a la realidad de la epidemia, tomar por los cuernos la dirección de la defensa contra la epidemia desde que se presentó el primer indicio que, no olvidemos que ya a finales de enero pasado se habían recibido avisos preocupantes de la posible llegada de los contagios a España, sin que el Gobierno, preocupado por lo que pudiera afectarle en sus planes de hacerse con el poder en nuestra nación, hiciera otra cosa que minusvalorar el peligro e intentar tranquilizar a la población -el señor Fernando Simón debiera recordarlo muy bien – con explicaciones edulcorantes, mediante las cuales se afirmaba que en España el virus no se propagaría y que, en todo caso, los contagios serían mínimos y fácilmente controlables. Pues, estos señores, incluido el ministro de Sanidad señor Illa, siguen ocupando sus respectivos destinos, sin que las quejas contra sus actuaciones y las acusaciones de ineptitud y estar a las órdenes del ejecutivo, hayan servido para que ninguno de ellos tuviera la decencia de presentar su dimisión. En realidad, como sucede en todos los gobiernos de izquierdas, el apego al cargo, la dependencia del sueldo y la desvergüenza de aquellos ineptos, a los que se les ha dado un cargo para el que no están preparados, están haciendo que nuestra nación, a pasos agigantados, vaya hacia un destino que no pronostica nada bueno para los españoles y sus libertades.
El señor Pedro Sánchez cometió un error garrafal cuando, impulsado por su odio innato hacia la derecha y, como ha afirmado recientemente en la prensa italiana, su negativa absoluta- no es no y no¬- a pactar en ninguna ocasión, aunque España lo precisase, con el PP; de entregarse a quien, sin duda alguna, constituye el peor peligro para la estabilidad política de nuestro país, el señor Pablo Iglesias de Unidas Podemos, dispuesto a llevarnos a todos a la ruina económica con tal de conseguir llevar a cabo, en nuestra nación, los mismos planes de opresión y privación de las libertades así como la abolición de la propiedad privada y la estatalización de la economía; como han aprendido de su estancia como asesores del tirano Maduro, en la república venezolana.
Durante un tiempo se ha aprovechado de la inercia de nuestra economía, mejorada, impulsada, recuperada y reconocida por todo el resto de países europeos y, sin embargo la llegada del coronavirus y las claras señales de una ralentización preocupante de la actividad industrial, les han venido a truncar sus esperanzas de vivir de rentas amparándose en que la economía seguía siendo buena y no había señales de que fuera empeorar. Pero ya se le acabó la gallina de los huevos de oro porque, como el imbécil que quiso saber lo que había en el interior del ave, la ha destripado y lo que se ha encontrado dentro no ha sido, ni mucho menos, el gran tesoro que pretendía descubrir. Ahora, señores, vienen las vacas flacas y, con ellas, una doble crisis que, sin duda puede ir en crescendo a medida que la economía empiece a fallar y los recursos que nos lleguen del extranjero vayan disminuyendo ante la poca confianza que, ante Europa, parece que ya estamos produciendo. En ocasiones, Sánchez me recuerda a aquel entrañable personaje, encarnado por el magnífico actor, Peter Sellers, del film “El guateque” que se encontraba, de repente, participando de una fiesta de personas del cine importantes, de modo que sus salidas de tono, sus problemas físicos, sus carencias en cuanto a los modales de la alta sociedad, creaban un entorno humorístico en el que la figura del actor, encarnando a un personaje indio, brillaba con especial resplandor y la crítica de una sociedad, evidentemente cargada de vicios y defectos, se hace evidente de una forma extraordinariamente lucida.
Nuestro personaje, el señor Pedro Sánchez, ha venido a representar la figura del actor Sellers en el film El Guateque, sólo que introducido entre los grandes personajes de la política europea. Se preocupó de estar presente en todos los acontecimientos, reuniones, eventos y congresos de la CE, procurando estar presente para fotografiarse con todas las personalidades y mandatarios de los principales países que vienen pintando algo en la geopolítica europea. Lo intentó con Trump, pero no tuvo éxito ya que apenas si le dirigió una mirada y una palmadita en el hombro. Esto no se lo ha perdonado nunca al presidente americano y, de ello, viene esta política suicida que la diplomacia española está llevando respeto a la nación americana que, por otra parte ya nos ha correspondido con elevaciones de aranceles y reducción de relaciones comerciales que nos están costando millones de euros. Simplemente no se necesita ser muy espabilado para ver venir lo que va a significar, para España y su turismo, las pegas que se les están imponiendo a los turistas americanos que, al mal parecer, se calcula que van a dejar de ingresar, en las arcas de nuestro turismo, la friolera de 6.000 millones de euros. Cómo íbamos tan “sobrados” de demanda turística, el Gobierno se ha cubierto de gloria poniendo trabas al turismo estadounidense.
Pero, precisamente hace unos pocos días, España ha sufrido la bofetada más grande respecto a nuestra credibilidad ante el resto de la UE. Se daba por descontado y se había anunciado a bombo y platillo que la señora Nadia Calviño iba a ser la nueva presidenta del Eurogrupo. La primera mujer y la primera española a la que se le iba a conceder tal honor. Se daba por conseguido y contaba con el apoyo de Alemania (la señora Merkel parece que últimamente no pinta tanto como se esperaba de ella), Francia  (no digamos los apuros por los que está pasando un fracasado señor Macrón) e Italia. que intenta aparentar que sigue siendo la potencia que fue, pero que no sale del marasmo político en el que está metida. Claro que, en cuanto a marasmo político, no podemos negar que España la viene superando por goleada. En otra ocasión abordaremos el escabroso tema de la monarquía, pero no tenemos espacio para hacerlo hoy. Al final no ha salido elegida la socialista y sí un señor irlandés del que todavía no me he podido aprender su nombre. Y es que, el señor Sánchez, se cree que es lo que no es y, cuando se ha aliado con un comunista atrabiliario como es el señor Iglesias, inmediatamente se encienden las alarmas en los círculos políticos europeos que, evidentemente, no están dispuestos a que las veleidades comunistas de un señor que forma parte importante del ejecutivo español, puedan llegar a constituir un elemento peligroso para la propia comunidad; como lo fue, en su momento, el señor presidente de la república griega, Alexis Tsipras, de la izquierda radical Sytiza y su ministro de asuntos exteriores, el señor Varufakis; que pretendieron que Europa se rindieran al chantaje que intentaron hacerle. El resultado: un fracaso rotundo que les obligó a transigir con las condiciones extremadamente duras que se les impusieron desde Bruselas y a pagar las deudas que tenían y que habían pretendido que se les perdonaran.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos viendo que, todos los planes de conseguir unos presupuestos expansivos para poder llevar a cabo el programa, amplio y peligroso macro programa, del cambio social, a base de subvenciones, salario mínimo vital, magnas reformas en la carga fiscal de los españoles, en las que evidentemente los más perjudicados vamos a ser, como sucede siempre, los de la clase media aunque el gobierno, que pretende engañarnos una vez más, insiste que solo afectará a los ricos y poderosos pero que, todos lo sabemos, esto no ha sucedido ni sucederá nunca porque, los que tienen fortunas, no quieren que, cualquier gobernante de tendencia de izquierdas, se las quiten y, por ello, como ya dijimos en otro artículo, se las van llevando a otros países en los que sus dirigentes no intenten meter mano en su patrimonio. En fin, que mucho nos tememos que, de ahora en adelante, vamos a  tener ocasión de saber lo que van a ser las consecuencias de un país al que sus ciudadanos se permitieron el lujo de entregarle su gobernación a un equipo de socialistas y comunistas de la vieja escuela. Y ahora una frase de Nicolás Maquiavelo: “La política es el arte de engañar”; una cuestión que, por experiencia, hemos tenido que aprender.