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Diario YA


 

Humanizando al político

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter. Dentro de la gran mentira que es la política (y en concreto la nuestra, la española), últimamente se ha puesto de moda el marketing llevado a sus más inimaginables cotas. En concreto, a lo que se ha dado en llamar "humanización del político". La técnica consiste en conseguir que unos individuos por lo general bastante grises, unos con pinta de funcionario amargado, otros con pedigrí de deambulante callejero, ofrezcan a sus votantes potenciales una imagen distinta.

Que aparezcan atractivos, ocurrentes, simpáticos, chistosos, y dejen ver cuáles son sus gustos, apetencias, debilidades u obsesiones. Así, los platós de las principales televisiones se han llenado últimamente de dirigentes de los distintos partidos en muy diferentes poses. Hemos visto a la gris funcionaria del Estado Soraya Sáenz de Santamaría desmelenarse en un baile frenético y, unos días después, viajar en globo aerostático con aterrizaje forzoso.

La nonada de Pedro Sánchez pasó por la casa de Bertín, y le vimos cocinando, jugando al ping pong y admitiendo que ha sido un ligón de barrio hasta casi la llegada al altar. Rivera e Iglesias han discutido de política en una mesa de un bar y en un aula universitaria con miles de chicos delante. Mariano Rajoy ha comentado tres partidos de fútbol en una cadena de radio, con colleja a su hijo incluida por ser indiscreto (no como él).

Como no cumplen sus programas electorales, como jamás dicen la verdad, como siempre andan por detrás de la ciudadanía, luego tienen que acudir a las televisiones para intentar parecer normales, para que les votemos no por cómo piensan arreglar España, no por cómo evitar que se cometan delitos flagrantes, no por sus planes para que no las pasemos canutas, no, en definitiva, por todo aquello que conforma la actividad política, sino por lo guapos que son, por lo cachondos que son, por lo bien que cocinan, etc. Es la trivialización total de la política, la conversión de la cosa pública en lo más privado que hay, en la intimidad de una casa o en una charleta entre amigos. En todo caso, si uno lo piensa bien, las razones por las que los ciudadanos acuden a las urnas cuando hay elecciones no invitan precisamente a la seriedad de los candidatos.

De entrada, nadie se lee los programas electorales. La gente desconoce por completo lo que va a hacer su partido, pero su partido es intocable. La fanatización de los votantes, la irresponsabilidad de los votantes, la falta de rigor intelectual y la pereza mental de los votantes han dado a entender a los políticos que lo mejor que podían hacer es ser frívolos. Ponerse un delantal, dejarse los rulos, aparecer en chándal, intentar hacer el ridículo todo lo posible, sin rubor, para parecerse un poco más aún a su correspondiente electorado. Me han escuchado muchas veces ser muy crítico con el actual sistema democrático.

Creo que no vivimos en democracia. Ser complacientes con un sistema tan corrupto y degenerado es contribuir a que lo siga siendo. Una clase dirigente tan penosa, una ley electoral tan injusta y antiespañola, una monarquía tan inoperante sólo podían conducir a una cosa: a que la gente se lo tome definitivamente todo a cachondeo como forma de sobrevivir.

Y lo dicho: votarán a Pedrito por lo guapo que salía con Bertín, votarán a Mariano por el gracejo que tiene imitando a Manolo Lama, y votarán a Rivera e Iglesias porque van con vaqueros y camisa a cuadros, y porque no tienen coche oficial. ¿Para qué vamos a votar a quien prometa acabar con el aborto, si no lo van a cumplir? ¿Para qué creer al que asegura terminará con el paro, si es una mentira grosera? ¿Por qué voy a votar al que asegure más democracia real, menos impuestos, más hospitales y escuelas, menos trabas administrativas, más transparencia y menos corrupción, si vemos legislatura tras legislatura que es todo una puñetera mentira?

La solución ya ha llegado: votemos al que sonría mejor, al que se peine con más gracia, a la chica de la sonrisa perfecta, al adonis musculado, al que mejor fría los huevos o al que tienda mejor la ropa. Votemos, en resumen, todo aquello que nos recuerde que, en efecto, no hay nada en la clase política que sea ni ligeramente mejor que nosotros mismos.

Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter (918 am)

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