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Diario YA


 

XII

¿Por qué no tuvo oposición democrática el franquismo?

Pio Moa. En las amnistías de la Transición salieron de la cárcel los presos políticos: unos 300 para un país de 36 millones de habitantes, que según los tópicos estilo LMH vivían oprimidos y por tanto en resistencia contra el franquismo. Y no solo eran pocos los presos políticos, sino que entre ellos no había demócratas: todos, o casi, pertenecían a grupos totalitarios, en especial comunistas y/o terroristas. Esta realidad informa mucho tanto sobre el carácter del franquismo como de la oposición a él.

Bajo el Frente Popular fue el PSOE, por encima del PCE, el partido más radical y totalitario. Pero después de la guerra desapareció prácticamente de la oposición a Franco, como hicieron los demás partidos de izquierda y separatistas… excepto el comunista. Solo este puede gloriarse de haber mantener una oposición activa al régimen desde el principio hasta el final. Lo cual no lo convertía en democrático, pues --en ningún momento debe olvidarse, como hace la LMH-- el marxismo ha sido la ideología más liberticida y exterminadora del siglo XX. Debe recordarse también cómo los partidos comunistas siempre han oscilado entre el asalto violento al poder, y la utilización de vías legales ofrecidas por los regímenes demoliberales para ocuparlo de modo en apariencia pacífico, al estilo de la táctica nazi en Alemania. Precisamente la política de frentes populares fue una manifestación clara de esta orientación. El Frente Popular español no surgió del PCE, pero este terminó dándole su carácter.

Teniendo esto en cuenta podemos entender la actuación comunista bajo el régimen de Franco, al menos en sus grandes líneas. Tan pronto como la alianza entre Hitler y Stalin pasó a lo contrario en 1941, el PCE multiplicó su agitación en España, que daría lugar al maquis. Con el maquis buscaba resucitar la guerra civil y provocar una intervención exterior, aprovechando la presencia de los poderosos ejércitos aliados al otro lado de los Pirineos y del Rif. Las guerrillas o terrorismo comunistas mataron a unas mil personas (y sufrieron el doble de bajas) en cinco años, aparte de graves daños por sabotajes, secuestros, etc. Este tipo de lucha solo puede afianzarse si cuenta con el apoyo de la población, y este se dio en muy pequeña medida. El fracaso obligó al PCE a cambiar de estrategia, como con el Frente Popular, optando por infiltrarse en los sindicatos, la universidad y otras instituciones para socavarlas, promover desde ellas continuas protestas y huelgas, y atraerse a otras posibles fuerzas políticas con el señuelo “las libertades” y “la reconciliación nacional”. Su éxito fue muy escaso durante la mayor parte del tiempo, pero su tenacidad consiguió algunos resultados en los últimos años del franquismo y cuando este se había liberalizado notablemente. Así, el PCE logró la colaboración de grupos heterogéneos, desde cristianos “avanzados” hasta partidarios de la acción armada, separatistas, etc. Todos ellos con influencia mínima. El mero hecho de que tales grupos aceptaran la alianza con el partido más tiránico de la historia, como decía Besteiro, dice algo sobre el carácter democrático de ellos. La realidad quedó de manifiesto en el episodio Solzhenitsin, cuando aquella variopinta oposición se lanzó en tromba contra el gran escritor por haber criticado a la Unión Soviética y su Gulag, y poner de relieve sus diferencias con el régimen de Franco. Los eventuales aliados del PCE atacaran al escritor con más saña que los propios comunistas.

Entre tanto, a partir de 1968, la ETA, que combinaba ideas marxistoides con el separatismo, recomenzó el terrorismo, vía seguida después por nuevas organizaciones comunistas como el FRAP o el GRAPO.

Es digno de nota que durante todo el franquismo solo hubo un acto de oposición de apariencia democrática: el encuentro de Munich en 1962, de 118 personajes antifranquistas desde monárquicos a socialistas. No representaban nada, tampoco el PSOE, el partido marxista principal responsable de la guerra civil, como está ampliamente demostrado, y que había perdido toda su implantación en España. El acto parece haber sido patrocinado por la CIA, y su motivo, adelantarse al PCE ante lo que creían una grave crisis del franquismo. El encuentro pasó sin pena ni gloria, salvo por la importancia excesiva que le otorgó el propio régimen al denunciarlo como un nuevo Pacto de San Sebastián e imponer a varios concurrentes algunas multas y penas menores. La mayor parte de ellos pudieron seguir viviendo en España o volver del exilio sin mayores complicaciones. En realidad los poco numerosos demócratas y liberales que había, prosperaron tranquilamente en el régimen de Franco, sin dar a este motivo de queja, al revés que comunistas y terroristas.

Esta verdad histórica está implícitamente reconocida por la LMH cuando señala considerables indemnizaciones para las “víctimas” del franquismo a partir de 1968. Ese año, precisamente, la ETA empezó su carrera de asesinatos con apoyo moral y político de casi todo el resto de la oposición y de varios países extranjeros, sobre todo Francia, Argelia o Cuba. Apoyo reafirmado por la propia Ley de Memoria Histórica.

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