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Diario YA


 

“En política suponemos que todos los que saben cómo obtener votos saben cómo administrar una ciudad o un Estado. Cuando estamos enfermos… no pedimos el médico más guapo o más elocuente” Platón.

¿Sigue vigente el sistema un ciudadano un voto o caducó?

Miguel Massanet Bosch.Tenemos la desagradable, molesta y triste impresión de que se está produciendo lo que fácilmente se podría entender como una demolición, desvalorización y lenta, pero progresiva, sustitución del concepto de gobierno democrático, de los principios fundamentales de la democracia en sí misma y de su significado como opción de gobierno, precisamente por parte de quienes nos gobiernan y no podemos negar que, por influencia de algunos partidos y ciudadanos instalados en otros encasillamientos políticos, que desprecian la fuerza de la opinión de las mayorías, expresada a través de las urnas, con la intención manifiesta de poner en valor otros sistemas basados en el poder de minorías, de sectores intolerantes e intransigentes, de ácratas o de grupos organizados especialistas en la provocación, la revuelta, la opresión o la amenaza física y sicológica, que intentan imponer su ley, no desde los órganos de representación del pueblo; no desde las instituciones o el sistema legislativo, sino y especialmente mediante el desprecio por las leyes, el intento de apoderarse de las calles, la acción violenta y desestabilizadora de corpúsculos entrenados en acciones terroristas y el método de crear un ambiente enrarecido, del que siempre salen beneficiados quienes basan en el caos sus posibilidades de hacerse con el poder.

Para unos, encabezados por el señor Iglesias y su grupo de comunistas bolivarianos, mediante el intento absurdo, pero que les viene resultando eficaz, de jugar con barajas trucadas, aprovechándose de la circunstancias, aparentemente contradictorias, de ponerle una vela a Dios, en este caso al gobierno democrático del que han conseguido formar parte y, por otra parte, ponerle otro cirio al diablo, que consiste en olvidarse de que son gobernantes para situarse en una suerte de oposición mediática, reivindicativa, antisistema y progre, que les permite usar métodos que les ayudan a, al mismo tiempo que hacen una política crítica con parte de las decisiones del gobierno socialista desde sus representantes en él, apoyar desde fuera, desde las calles, desde la crítica  mediática o desde las revueltas callejeras, aquellos puntos críticos, sensibles y de gran repercusión en parte de la sociedad, que saben que pueden serles favorables ante la opinión pública; una labor en la que, sin duda alguna, son grandes expertos.

Y en este punto no nos queda más remedio que echar una ojeada al panorama político que, en estos momentos tenemos en nuestra nación. Por una parte existen los grupos separatistas, especialmente representados por catalanes y vascos. Mientras los segundos han optado para sacarle provecho material a sus reivindicaciones separatistas, mediante un eterno chantaje al Gobierno del Estado, al que han aprendido a ordeñar en cada ocasión que, el ejecutivo del señor Sánchez, se encuentra en un apuro ( algo que sucede con frecuencia), mediante el eficaz y productivo sistema de arrancar al Estado subvenciones y dotaciones económicas especiales y, por otra parte, los catalanes, dirigidos por un sicópata con ínfulas de Sabino Arana catalán, que no hace más que cometer errores garrafales mientras, en el propio Parlamento catalán, los distintos sectores independentistas que lo forman, no hacen más que atacarse mutuamente, descalificarse y entregarse a discusiones bizantinas, mientras Cataluña se ha convertido en una comunidad ingobernable, sin que ninguno de ellos consiga imponer su voluntad sobre el resto, lo que, de seguir así, augura unos meses de desconcierto y de postura suicida, si tenemos en cuenta lo que se nos advierte sobre la epidemia del coronavirus y las predicciones económicas, que amenazan con un otoño siniestro que, los entendidos en la materia, nos vienen anunciando sin que parezca que, ni el Gobierno central ni los autonómicos, acaben de asimilar la necesidad de centrarse por encima de todo, olvidando intereses partidistas, en encontrarle la solución menos perjudicial para el pueblo español.

Desde otro punto de vista de la gestión de la pandemia, no deja de tener aristas que denotan que la intervención del Gobierno respecto a la información que se le proporciona a la ciudadanía, limita de una forma esencial el que  la realidad de lo que está sucediendo con los rebrotes de la pandemia, llegue al conocimiento del ciudadano de a pie que sigue con asombro como las noticias que llegan desde las respectivas autonomías indican una situación que no concuerda en modo alguno con las informaciones que el “insustituible” señor Fernando Simón, instalado en su inamovible sillón de jefe máximo de la lucha contra la pandemia y que, como es evidente y natural, después de la serie de patinazos e informaciones contradictorias que ha ido cometiendo, a través de su puesto de informador oficial sobre el curso de la pandemia, ya no tiene a nadie que le preste la menor atención cuando se trata de atribuirle la más mínima credibilidad a sus declaraciones. Una pandemia que, al principio, se nos dijo que no nos iba a afectar sensiblemente y, no obstante llegó con la fuerza de un huracán, cogiendo al Gobierno con los calzones en los tobillos, un hecho vergonzoso que nos ha situado entre los países que peor han gestionado la pandemia, que hemos sido de los que más muertos hemos tenido por millón de habitantes y que, el caradura de Pedro Sánchez, tuvo la santa osadía de atreverse a decir que España había sido la nación que “mejor” ha gestionado la lucha contra el Covid 19.

Quedan, sin duda alguna, meses en los que podemos sufrir una nueva recaída, aún después de que, olímpicamente, el mismo Sánchez nos anunció que la epidemia estaba superada. Meses en los que, al llegar el otoño y el invierno, se va a juntar lo que quede el coronavirus con la llegada de la gripe y no se sabe si alguna otra de las epidemias a las que nuestra nación suele estar expuesta. Y aquí se nos presenta el gran dilema cuando ya llevamos tiempo recibiendo la noticia desde los sectores económicos, indicando que lo peor de la crisis que nos ha traído el virus todavía, en cuanto a sus efectos sobre la economía, estaba por llegar. Y esto, cuando se daba por descontado que le epidemia del coronavirus se iba aplacando y no se esperaba la virulencia de los rebrotes que están apareciendo, cada día con más fuerza y en más puntos de nuestra geografía.

La evidencia de lo que está sucediendo en España ya no es una mera suposición, un anuncio lejano de lo que puede suceder o una simple especulación porque, señores, basta ojear la prensa, ver las TV o analizar las cifras que nos llegan desde las oficinas de turismo, para caer en la cuenta de que nos encontramos ante un  panorama desolador que, a la vista está, el gobierno socio-comunista que tenemos se ve incapaz de evitar y que, lo único que intenta, es salvar los muebles, aunque sea ignorando los hechos y valiéndose de cortinas de humo con las que intentar ocultar o distraer la atención del pueblo español, con temas tan intrascendentes como el de saber el lugar donde el rey emérito ha decidido trasladarse, gran obsesión del líder comunista que, al parecer, se olvida de que está a punto de caer bajo los cascos justicieros de los caballos de la Justicia y  que no se sabe cuál va a ser el resultado que va a tener, si las acusaciones que pesan sobre él y su partido, pueden ser refrendadas por el juez que tramita el caso.

Creo que estamos en un momento de nuestra historia en el que nos deberíamos preguntar si esta es la democracia que nos dimos los españoles mediante la aprobación de la Constitución de 1978; si estos que nos gobiernan siguen las directrices de la Carta Magna o, lo único que intentan es encontrar resquicios en la Constitución a través de los cuales intentar vaciarla de contenido para conseguir anularla y buscar los medios para sustituirla por otra en la que el comunismo y el anticapitalismo se conviertan en el mayor verdugo que pudiera existir para acabar con la democracia española.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos encontramos en un punto en el que no sabemos si entonar un “réquiem” por nuestro país o lanzar un llamamiento para que la cordura se imponga y nos libremos de estos seudo-gobernantes que, en realidad, no son más que una amalgama inconexa, unida por simples intereses políticos, sin que entre ellos exista la menor coincidencia en cuanto a sus ideales, objetivos y propósitos, reunidos simplemente por el temor a que la derecha llegue al poder, restablezca la leyes, se haga cargo del lanzamiento económico y tome las riendas del país de una forma positiva para conseguir el lugar que le corresponde en Europa por el gran potencial económico que existe en nuestra nación, en manos expertas capaces de levantar nuestra decadente economía y sacar a España de este marasmo en el que, entre todos, hemos permitido que cayera. Y ahora una frase de Séneca: “En la adversidad conviene muchas veces tomar un camino atrevido” y esto lo dijo una persona caracterizada por su moderación y prudencia, tomemos ejemplo.