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A. del Río: "Tardá y los padres de la patria"

Ángel del Río

Ángel del Río. 9 de diciembre. 

     Este diputado Tardá es republicano y deslenguado. Imbuido quizá por la fama adquirida por el alcalde de Getafe insultando a los votantes de la derecha, y su gran repercusión mediática, ha gritado: “¡Muera el Borbón!”. Después alguien le aconsejó que pidiera perdón, aunque sólo fuera un poquito. Tardá no tardó en llamar  a Bono, para pedirle disculpas por lo de “muerte al Borbón”. Lo hizo por teléfono, porque a saber cuando le va a ver el pelo por el Congreso. Y don Bono de La Mancha, que un día cruzo el Tajo y el Manzanares para instalarse en la carrera de San Jerónimo, ha dicho del diputado de ERC, que no es un desalmado, sólo impulsivo y un poco primitivo. Y ya está. ¡Cómo son nuestros padres de la Patria¡ Más que sus hijos parecemos sus primos.

     No son precisamente ejemplares. No hay nada más que observar la imagen desoladora del hemiciclo del Congreso de los Diputados en las últimas semanas, bochornosa, impresentable, vergonzante e insultante para quienes hemos elegido a unos representantes bien pagados que hacen pellas con frecuencia, que llevan camino de alcanzar el récord de absentismo laboral, que se doctoran en la vaga materia de hacer novillos. Lamentable estampa de apenas unos cuantos escaños ocupados, y el resto, un clamoroso vacío, como en esas tardes de toros donde el cartel es infumable y además nieva. Es un escándalo que esto se suceda con la frecuencia que se sucede, sobre todo en jornadas como en la que se debatían los presupuestos generales del Estado, que es algo que a sus perezosas señorías parecía traer al pairo, vamos, que les daba igual ocho que ochenta, que diez o una veintena de escaños ocupados.

            Es vergonzoso que unos señores elegidos para representarnos, cuyos ingresos están muy, pero que muy por encima de los ingresos de la media nacional, que han tenido la desfachatez de subirse el sueldo en plena crisis económica, en pleno ajuste del presupuesto económico, se burlen de sus obligaciones y deberes a la hora de acudir a sus puestos de trabajo, a sus escaños, a la cita con su responsabilidad encargada por los ciudadanos y generosamente retribuida.

             Es un insulto para todos en general y en especial para ese colectivo creciente de los parados, de los trabajadores sin empleo, de aquellos a los que la situación les obliga a permanecer inactivos, que los señores diputados, representantes del pueblo español, hagan pellas, falten el trabajo, menosprecien el sentido de la responsabilidad con la que deben responder a la confianza de quines les han elegido y al patrón que les paga la nómina, que no es otro que el pueblo español. Es indignante que de las contadas ocasiones en las que los políticos de todos los colores se ponen de acuerdo, sea a la hora de hacer novillos, de faltar a sus obligaciones. Si un trabajador de los de verdad, de los de a pie, de los productivos, de los currantes, falta a su trabajo sin justificar la ausencia, es sancionado. Con mayor motivo los padres de la Patria, los ausentes, deberían ser castigados en el bolsillo por su absentismo no justificado, por su desprecio a sus obligaciones, y si las ausencias son reiteradas, que se les aplique el despido procedente y se les sustituya por otros a los que no es que se les tase el trabajo que hacen, pero al menos que se presenten al curro.

    La imagen de soledad del hemiciclo es un insulto casi silencioso. Decía Walter Scott que “descansar demasiado es oxidarse”. El óxido se apodera de los escaños. Y Samuel Johnson aseguraba: “Todo hombre es, o confía llegar a ser un holgazán”. Hay algunos que ya han llegado, o da la sensación de que han llegado a ser holgazanes honorables.

 

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